Se podría llegar a suponer que el tema no tiene tanta repercusión, porque si existen estas alteraciones psicológicas, son en una minoría de niños, niñas y adolescentes, que se ven sometidos a determinados efectos que surgen del hogar, la escuela y la calle.
Hoy, pareciera que a nadie sorprende que el “bullying” sea moneda corriente. Que las diferencias son un estigma y no la naturaleza biológica de quien padece determinados signos físicos que los hacen diferentes de la generalidad.
Si a estos aspectos agregamos que los niños/niñas y adolescentes se ven constantemente asediados por un marco social que también padece de alteraciones psicológicas que van de las normales propias del diario vivir a las severas, cuyos desencadenantes están señalando formas de vivir muy diferenciadas y notoria violencia, estamos ante un problema realmente serio.
La psicóloga española Alejandra Garcia Pueyo, cuya especialidad son la niñez y la adolescencia y sus comportamiento social, indica que: “los niños y adolescentes presentan problemas emocionales. Manifestaciones que se observan cuando un niño o adolescente no sabe regular sus emociones, no tolera la frustración, presenta síntomas nerviosos o de tristeza”.
La conocida profesional explica que: “Es importante que observéis cualquier cambio a nivel emocional en vuestro hijo, ya que detectarlos a tiempo y llevar a cabo un tratamiento eficaz es de vital importancia”.
“En niños pequeños se detectará si están más irritables, lloran con facilidad, se enfadan con frecuencia, tienen miedos intensos, se quejan de dolores, están más inquietos y hacen comentarios negativos de sí mismos...”.
“Los cambios detectados, en el caso de los adolescentes, habrá que ser cautos ya que están en la edad, pudiendo así pasar inadvertida la presencia de un problema emocional y por lo tanto, demorar la intervención en el tiempo”.
La problemática es severa y en los últimos tiempos se ha generalizado exponencialmente. Fundamentalmente con la penetración de las nuevas tecnologías, especialmente las que se han puesto -en boga- que constituyen un verdadero desafío a la creciente inestabilidad psico-ambiental en la que se desenvuelven niños, niñas y adolescentes.
Citemos un ejemplo de hace pocas horas, aunque hay innumerables que normalmente se reflejan en los medios periodísticos del país. El caso de los niños de Berisso que pretendieron imponer una conducta: “Si decimos que no hay clases, no hay”: tienen 12 años; amenazaron a su escuela en esta localidad de la provincia de Buenos Aires.
La situación determinó que los docentes hicieran la denuncia y fuerzas de seguridad terminaron allanando el establecimiento, para evitar desmanes.
No hace muchos días, un grupo de adolescentes en la localidad de Toay -La Pampa-, a los que han denominado “chicos bien” -una definición que nos resulta peyorativa, porque no aporta y estigmatiza innecesariamente- jugaron a un “desafío” de ver quiénes rompían más puertas y pusieron en alerta a determinados barrios que circundan a la localidad.
También hubo intervención policial y se han iniciado acciones procesales por los daños provocados.
El problema se está agudizando y no admite que se mire para otro lado o se procure explicar, como que ‘son cosas de la edad, ya se les va a pasar’. De ninguna manera es para soslayarlo. Forma parte de un conflicto social en el cual debe repararse para procurar metodologías que analicen y pongan en práctica grupos interdisciplinarios, cuyas formaciones profesionales les abran las puertas adecuadas a las actitudes que deben asumirse desde el hogar, la escuela y el entorno.
El tema que hoy vemos ocurre en Argentina -con repercusión en La Pampa- es objeto de análisis: “Desde UNICEF -que procura- rescatar la voz de las niñas, niños y adolescentes para conocer en primera persona sus experiencias, emociones, miedos y expectativas y, desde esta perspectiva, garantizar y promover su participación y la protección de su bienestar emocional”.
“Se realizó -especifica la UNICEF- una indagación pormenorizada sobre sus actividades, sus emociones y preocupaciones, centrada en sus experiencias a través de sus propios relatos y producciones, y se buscó evitar el estudio desde una perspectiva adulto-céntrica sobre sus percepciones”.
“La ponderación toma, a su vez, la diversidad de situaciones familiares y las distintas condiciones de vida de niños, niñas y adolescentes del país. Esta perspectiva de examen permitió conocer los efectos en la salud mental en base a las diferencias de género, edad, lugar de residencia y contexto social y familiar”.
El tema está planteado en todo el mundo, donde circunstancias adversas, disfunción familiar, pérdida de valores elementales que hacen al comportamiento y respeto, desapego educativo y, por ende, relaciones endebles con educadores, van generando -sumado a otros factores que serían muy extensos de citar- elementos que desarrollan un escenario de enorme conflicto para el niño, niña y adolescentes.
Debemos comprender y atender estas necesidades que nos están planteando las nuevas generaciones. Es un imperativo en el mundo del futuro.
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