SÁBADO 26 de Octubre de 2024
 
 
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Crece el germen de la violencia

Un tema preocupante, y que no es nuevo, es el síndrome de violencia que se vive en el país en todos los sectores sociales, altos, medios, bajos y en el marco de los indigentes.

Hace pocos días se realizaban los actos a través de los cuales se reafirmaba, tras nueve años del primer #NiUnaMenos, los principios que alienta la lucha de las mujeres que han sufrido y sufren violencia de género.

La consigna que animó a las marchas que se registraron en todo el país consolidó la organización que les permite tejer redes de protección y concientización ciudadana como una fórmula concreta de sostener la defensa de todas y cada una de las mujeres argentinas.

Pero el hito de lo violento se ha generalizado y ha ganado varios sectores de la sociedad que hoy son azotados por lo que muchos sostienen es un crecimiento exponencial de una ola de actos de violencia explícita, que ha costado numerosas vidas de quienes fueron víctimas fatales, mientras desarrollaban diferentes tareas laborales o simplemente arribaban a sus domicilios tras una jornada de trabajo intenso.

En alguna de nuestras entregas anteriores habíamos señalado ese avance delincuencial, donde juega un papel preponderante la drogadicción como la estimulación a cometer diferentes actos, donde está ausente el sentimiento de culpa. Es el daño por el daño mismo.

Los femicidios han aumentado y siguen siendo un fenómeno criminal que está afectando a un sector social que hoy, acuciado por las circunstancias económico-sociales, busca en el alcohol, estupefacientes u otros medios salir del problema, pero resulta que genera estados de inconciencia de una magnitud tal donde la vida humana deja de tener sentido y valor, para convertirse en un escape mental degradante.

Pero esta sintomatología también se ve reflejada en sucesos que se publicitan porque sus protagonistas son de interés periodístico, tal el caso de Juan Grabois y la funcionaria, profesional abogada ella, Leila Gianni, quienes protagonizaron un vergonzoso episodio en los tribunales de Comodoro Py, con agresiones verbales que en un momento se pensó podrían derivar en pasar a lo físico.

Ese ejemplo es cotidiano y el ciudadano de a pie lo observa y, lamentablemente, piensa: “Si ellos lo hacen y no pasa nada, por qué no yo”. Y de esta manera se pretende justificar la tremenda anormalidad de desconocer los limites morales y de sana convivencia, donde el respeto hacia el otro es uno de los paradigmas que nos ubican en el marco de la racionalidad.

La violencia es el “uso intencional de la fuerza física o el poder real o como amenaza contra uno mismo, una persona, grupo o comunidad que tiene como resultado la probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo”.

Esta definición nos acerca a la realidad que hoy vive la ciudadanía en general, dado que no responde a ningún sentido ideológico y se establece como un fenómeno que está presente en todos los sectores de la sociedad.

Según Agustín Martínez Pacheco, en su tratado de la “Conceptualización de hito violento”, expresa que: “En primer lugar se presenta una reflexión sobre el término, contraponiendo dos conceptualizaciones, una que la restringe al uso de la fuerza para causar daño y otra que la amplía considerándola como la negación del otro”.

“En segundo lugar, se abordan algunos de los elementos importantes a tomar en cuenta para su estudio, atendiendo las causas, características, consecuencias y valoraciones de diversas formas de violencia. Palabras clave: violencia, relaciones sociales violentas, tipos de violencia, causas de la violencia, espirales de violencia”.

En esta Argentina, tan diversificada, donde se admite como “su forma de ser” que el presidente de la Nación ejerza violencia verbal y psicológica en perjuicio de quienes considera sus enemigos, también se procura disimular, defender otros tipos violentos que están socavando una forma de vivir y la calle se ha convertido en un “campo de batalla” donde todo vale.

Hoy el país está sacudido por el caso Loan, el niño desaparecido de la ciudad de 9 de Julio de la provincia de Corrientes, un hecho que marca que las formas de la delincuencia cubren todo el espectro social de la Argentina. Loan es uno entre muchos chicos desaparecidos envueltos en la trama mafiosa de la trata de personas que hoy preocupa a todos los países, fundamentalmente los periféricos.

Todo es violencia, desde el vocabulario que utiliza el presidente de la Nación, en un claro ejemplo que se repite en toda la sociedad cuando algo no coincide con aquello que uno piensa, hasta los secuestros, los arrebatos, las entraderas, el matar por el goce enfermizo de tener el poder que otorga un arma: todo señala un estado beligerante que se hace necesario combatir.

Pablo Lemir, médico forense, y Mirta Mendoza, directora de Salud Mental del Ministerio de Salud, señalan cómo “la violencia es independiente a los trastornos mentales y cómo estos hechos afectan a la sociedad que se vuelve cada vez más agresiva”.

Para la doctora Mendoza, “vivimos una época donde cada vez más surge la intolerancia, se dan con mucho auge las conductas agresivas”. “Si decimos que estamos enfermos, tenemos que pensar en quién o qué nos enferma, hay una situación que nos está enfermando, tenemos que buscar cuáles son esas situaciones, porque es multicausal”.

La preocupación se generaliza y, hoy, es uno de los profundos dilemas que tiene la Argentina, que debería enfrentar estos hechos dentro de una política de Estado que luche contra la violencia y busque la sanación del tejido social.

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