Es real que los precios están en caída desde hace varios días. Desde reconocidas y afamadas marcas hasta las confecciones caseras, son presionadas por el ingreso masivo de importaciones y la ostensible baja del consumo, situación que los obligó a reacomodar costos para poder vender.
Este tema también tiene relevancia en el sector de la tecnología, aparatos de uso doméstico, celulares entre otros productos que al ingresar sin aranceles son extremadamente competitivos con la industria y producción local.
A este problema, que ya ha sido planteado desde las Cámaras que representan al empresariado, alegando que los costos internos de producción están acotados y solo pueden reajustarse en mayor medida apelando al achicamiento de otros gastos, destacando como principal el del sector de empleados, cuyas masas salariales no pueden ser reajustadas.
Constituye una realidad quienes sostienen que: no resisten los precios internos, la libre competencia con aquello que ingresa desde el resto del mundo, por caso Brasil, Bolivia, EEUU, varios países de la Unión Europea, China e India, tiene marcadas diferencias.
A este escenario hay que agregarle, y tiene fundamental trascendencia, la baja del consumo en general de la familia argentina, ante la ausencia de los suficientes recursos económicos para hacer frente a gastos comunes.
Esto ha llevado a la selección de lo necesario, imprescindible y a prescindir de aquello que puede eliminarse de la lista del consumo familiar.
Según varios estudios de consultorías dedicadas al análisis del sistema de vida nacional, han arribado a conclusiones que podrían considerarse dramáticas.
Son pocas las familias, antes consideradas de clase media, que hoy llegan con sus ingresos hasta el día 30 de cada mes, estando ausente por completo niveles de ahorro.
Las marcas de ropa bajan precios y anticipan liquidaciones ante la caída del consumo y el avance de las importaciones. El sector de indumentaria ajusta márgenes y acelera promociones ante un escenario de caída de las ventas de producción nacional.
Las cifras del comercio exterior de indumentaria evidenciaron el cambio y fue muy notorio. Un reciente informe de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), destaca que entre enero y abril de 2025 las importaciones crecieron 83% en dólares y 121% en volumen.
Esto considerando que fueron puestas a la venta con un precio promedio por prenda importada 17% más bajo respecto del mismo período del año 2024. El problema, que pareciera no comparten los miembros del gobierno de Javier Milei, es que el nuevo escenario generó presión a la baja, sobre los precios locales y afectó los márgenes de rentabilidad de los fabricantes y comercializadores, quienes para poder mantener sus emprendimientos no solo ajustaron precios sino estructuras, generándose un alto nivel de desempleo.
Importantes CEOS empresariales e industriales argentinos sostienen que “se están realizado diferentes maniobras operativas, tendientes a lograr levantar el nivel del consumo, evitando en la medida de lo posible, incorporar producción importada, en razón de proteger la industria local”.
Resulta difícil considerar con certeza que estamos bien encaminados, depende de quién escuchemos, vemos o leamos, los planteos tienen aristas muy diferentes todas con una profunda ideologización.
Nos gustaría considerar que Argentina es un país condicionado para competir en el primer mundo y que su productividad e industrialización está en condiciones de medirse en un mercado abierto, que es uno de los paradigmas que sostiene políticamente el presidente libertario Javier Milei.
Pero no lo somos. Se han perdido años y nos ha costado demasiado mantenernos como país emergente. Mientras nuestros vecinos se encaminaban hacia un crecimiento y fortalecimiento de sus economías, nosotros retrocedíamos y crecíamos, pero, en endeudamientos externos.
Hoy nos parece exagerado poner en funcionamiento el “aplausómetro” para festejar que el comercio, la industria, debe ajustarse a los dictados de un nuevo mercado, libre, competitivo, por que eso impone achicamiento, reacomodar sus economías y buscar equilibrio entre ventas y rentabilidad.
La transformación está encaminada y ha marcado un camino que no tiene vuelta atrás. Como expresó el presidente liberal-anarcocapitalista: “O se acomodan o tendrán que meterse sus producciones en el or...”.
Realidad con absoluta crudeza.
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