Cuando hablamos de un enigma, es una realidad que esta fuera de cualquier relato, de los muchos que se escuchan a diario. Ya están todos lanzados buscando las estrategias adecuadas que les permitan posicionarse con miras al 2023.

La Argentina está conformada por una sociedad fracturada, dividida y con situaciones socioeconómicas, tan diferenciadas, que deja enormes dudas sobre las tendencias positivas que puede alentar un candidato con solidez y firmeza.

En la tarde del viernes la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner apareció públicamente, por primera vez, tras el atentado sufrido frente a su domicilio y que conmocionara a todo el mundo.

El acto fue organizado por la Unión Obrera Metalúrgica que preside Abel Furlán, un hombre perteneciente a La Cámpora. El lugar elegido fue el polideportivo de Pilar, donde se montó un importante operativo de seguridad y que según los cálculos estiman hubo alrededor de 10 mil afiliados metalúrgicos y militantes kirchneristas.

Se esperaban con inusual expectativa las palabras de la titular del Senado de la Nación, en tanto se jugaba -según las hipótesis de los que pretenden interpretar la actitud de la clase política- con que podría surgir de sus palabras una posible candidatura a futuro.

Además se había abierto un abanico de posibles reflexiones que Cristina Fernández de Kirchner lanzaría en una arenga política que tenía como objetivo final posicionarse y dejar la puerta abierta para su regreso al sillón de Rivadavia.

Se la vio medida, ajustada a un discurso en donde tocaba los temas que interesan a la ciudadanía y en especial a la clase trabajadora. Habló de la necesidad de un nuevo acuerdo democrático con la participación de todos y en igualdad de condiciones discutir las mejores fórmulas para alcanzar a recuperar al país.

En el marco de estas expresiones, hábilmente, señalaba a los responsables de la enorme incertidumbre económica por la que está atravesando el país. Reconoció la labor del ministro Sergio Massa y manifestó no sentirse arrepentida de haber sido quien eligiera a Alberto Fernández como presidente argentino.

Y volvemos a reiterar conceptos que hemos reseñado en anteriores entregas. Es un ‘cuadro político’ de gran envergadura -eso más allá- de que se considere, a favor o en contra, que su forma de ejercer el poder tiene un importante peso específico.

Sabe cómo materializar el relato, al punto que en algún momento de su -no tan extensa alocución- pareció que hablaba desde un lugar ajeno al gobierno, al cual pertenece y que ella conformó.

Esto mereció severas críticas de sectores opositores, que la vieron lanzada de lleno en una campaña que la tendrá como eje central de un segmento de la coalición Frente de Todos, sector político que hoy muestra serias disidencias internas.

Por el lado opositor, las diferencias se hacen cada vez más notorias. Las figuras de Larreta y Bullrich ya tienen montado su escenario, desde el cual señalan qué rumbo tendrá su gobierno, si son la opción que elige la sociedad.

Por el otro lado están los radicales, que no quieren ceder ceder terreno. Pero muestran un tono más conciliador y están intentando acercar posiciones para unificar fuerzas. Señalan sus principales mentores que si se frustran las PASO, deberá dirimir supremacías en una interna de donde surjan quiénes serán los que conducirán.

Expectante y con bastante bajo perfil sigue Javier Milei, el tercero en discordia. Que aspira a ganar el segmento de los jóvenes y disconformes de la clase política actual. Un rival a tener en cuenta porque puede ser el que defina ganadores.

Pero este rompecabezas sigue disperso y sin que nadie le encuentre una salida. Ni oficialismo, ni oposición. Falta aún tiempo para la definición ciudadana. Pero todo hace predecir que hasta que no se abran las urnas será todo un gran misterio.