VIERNES 19 de Abril de 2024
 
 
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Agarrate que nos hundimos...

Una expresión común que tiene su origen en la voz desesperada de quien o quienes ven que el ‘barco’ en el que están desarrollando su actividad, desde hace mucho tiempo, viene hundiéndose lentamente, pero su ‘naturaleza y finalidad’ lo hacen permanecer a flote.

Nada ocurre sin motivos y lógicamente sin responsables. La realidad indica que ante el posible desastre adquiere un valor fundamental el razonamiento lógico, de ver cuáles son las opciones positivas que evitarán el naufragio total.

Entendemos que resulta impropio y hasta podríamos decir inútil buscar responsables, cuando el agua ya invadió varios sectores del ‘barco’. Lo inteligente es que desde los puestos de mando se puedan percibir las posibilidades concretas de recuperarlo y evitar el desastre total.

Este es uno de los tantos aspectos que son visibles están ocurriendo en sectores en pugna de la política nacional.

Le procuran justificativos al deterioro que ha llevado a la sociedad argentina a un estado de crisis, donde ven comprometida su forma de vida y hasta el proyecto de futuro que soñaron para sus hijos.

Es evidente que los partidos políticos han sufrido un desgaste, propio de la misma actividad que desarrollan. Los éxitos y fracasos se cuentan en un número importante, situación que ha sido motivo de este ‘hundimiento’ que lentamente se produce, tras algo más de 40 años de actividad político-democrática.

La búsqueda de ‘parches’ pareciera se ha convertido en una regla de los que van asumiendo responsabilidades. Se nota demasiado la ausencia de medidas de fondo, que se conviertan en políticas de Estado inamovibles las que están obligados a respetar quienes ejercen los lugares de gestión.

La puja de poderes se priorizó, como una fórmula para ‘eternizarse’ en los cargos. Pretender convertir un espíritu democrático en una acción para subalternizar al soberano y desde el podio ser los dueños de la ‘única verdad’, está en plena vía de un gran fracaso, que deberá sumarse a los que ya se han registrado.

Las disputas y los disensos ya son moneda corriente. Todos quieren estar y las posibilidades están reservadas para unos pocos y algo que pareciera se les escapa a los que se ubicaron en el escenario: quien decide es la ciudadanía. Por el lado del sector oficialista, el desconcierto es total, ante la -por ahora- firme decisión de Cristina Fernández de Kirchner de no ser candidata al máximo cargo nacional.

La titular del Senado de la Nación planteó un panorama real, el de los tercios, para poder competir con alguna posibilidad de llegar al balotaje.

En su enunciado de formalización político-partidaria, hay que leer entre líneas: ‘Se debe tener en cuenta el piso y no el techo’. De alguna manera avisó que ella, sí tiene piso.

La lectura es clara: quien tenga base, puede aspirar a crecer . Quien tenga techo está cerrando toda su posibilidad de llegar. Por otra parte el mensaje es claro: ‘Seguiré militando y haciendo política’. Aquí cabría la expresión que ya utilizara: ‘No se hagan los rulos’... y el entrelineado: ‘No seré candidata pero sigo mandando’.

Ahora la lucha de la coalición oficialista está peleando por ver cuál es el nombre que tenga nivel y que posea menos negatividad social para postularse y tener posibilidades. Los nombres abundan, las certezas de quién puede ser, brilla por su ausencia.

Algo similar está sucediendo en el sector de la oposición. Hay nombres -varios- pero no decisiones.

Es factible que esperen las PASO, para definirlos, atento a que se supone habrá varios candidatos.

En otro andarivel, sigue creciendo la figura del fundador de La Libertad Avanza, Javier Milei. Ya es un hecho que no se discute, puede ser -dadas las cosas como están- la segunda fuerza y quien esté en condiciones de pelear por el sillón de Rivadavia.

Todo esto se produce con un ‘Arca de Noé’ argentinizada, que lleva algo más de 46 millones de habitantes y que tiene filtraciones por varios lugares. Es posible que aquí no se cumpla el precepto bíblico que acompañó esta página de la Biblia y el salvataje no sea para todos.

La realidad nos indica que estamos ante una ‘tormenta perfecta’, quienes la sepan sortear podrán llegar a buen puerto, más allá de los daños que se produzcan.

En ellos se confiará el destino de la Argentina. Esperemos no volver a equivocarnos.

 

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