VIERNES 16 de Mayo de 2025
 
 
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Acallar la prensa...

Esta metodología no es nueva y ha sido un objetivo perseguido por todos aquellos que llegando al poder se sintieron impolutos, intocables y para mantener su imagen necesitaban ponerle “bozal” a los medios de información, cualquiera fuera, que no respondiera sumisamente a sus objetivos.

Es una actitud del presidente Javier Milei que resultaba fácilmente advertible, cuando se evidenciaba la notable agresividad, injuriosa y denostativa hacia los periodistas y medios que no se hincaran a sus pies.

Tras mostrarse insultando a diversos profesionales del periodismo, tanto radial, televisivo u aquellos que se manejan por redes sociales, streaming, entre otros medios tecnológicos, que se atrevieran a juzgar acciones, actitudes y actos gubernamentales del presidente, con los cuales no coinciden y consideran pueden llegar a ser perjudiciales para sectores de la sociedad.

Durante los últimos meses varios han sido los intentos por lograr sometimiento periodístico-informativo. Muchos se mostraron proclives a mantener una constante justificación de los hechos del gobierno libertario, celebrar sus excesos y -en algunos casos- pretender lavarse del barro de la genuflexión manifiesta, diciendo: “Yo eso no lo haría o diría, pero Milei es Milei”.

Esa forma de respaldar y pretender justificar ciertos exabruptos del presidente, buscándole formas semánticas que se ajustaran a su entrega personal, aceptando cualquier barbaridad y encuadrarlas como “El doble sentido, figura literaria en la que una frase puede ser entendida de dos maneras, usualmente como una forma de humor. Los chistes suelen basarse en el doble sentido, aunque también utilizan metáforas, comunes en la poesía. También se conoce a esto como juego de palabras metafóricas”.

La prensa en cualquiera de sus expresiones, hoy avanzadas por la irrupción de la tecnología, es uno de los contralores que tiene la sociedad. Si está sometida se produce, claramente, un avance hacia el totalitarismo llevado al extremo de una dictadura donde nada puede ser diferente ni contrario a los gobiernos que optan por adoptar estas prácticas.

Resulta inexplicable que ante el avance que concretan Javier Milei y sus equipos hacia los medios de información, no se halla provocado la reacción de todo el aparato político nacional provincial, sin importar el tema ideológico, tendencia o inclinación política que los anime.

Callarse la boca y asentir ante una medida de coerción de esta magnitud, amparada en una norma que procura recursos económicos que surgirían de la aplicación del Impuesto al Valor Agregado (IVA), del cual en parte estaban exceptuados, considerando que aplicarlo generalizadamente sin lugar a dudas afectará notoriamente sus magros recursos y muchos tendrán que cerrar sus puertas dejando un importante saldo de desempleados, dado que resultará imposible afrontar otras erogaciones que afecten sus estructuras económicas.

Llamó poderosamente la atención el gesto de satisfacción de quien vivió, antes de ser funcionario de Milei, de los medios por ser un integrante más del sistema periodístico; nos referimos al vocero presidencial Manuel Adorni.

La realidad indica que es un paso más del libertario-anarcocapitalista por eliminar la libre expresión ciudadana. Él puede insultar, denostar, agredir verbalmente, desear ver muerta a una persona, aunque digan fue una expresión metafóricamente expresada. Éstos entre muchos otros ataques que, dando espacio a su placer de la pelea, plantea a diario.

El ataque a los medios, surgió tras haber realizado manifestaciones contra el periodista Bonelli a quién llamó mentiroso, ensobrado y otros epítetos que enardecidamente lanzó en una entrevista periodística con un colega del profesional, que no encontró la forma de defenderlo. Y como dice el refrán: “El que calla otorga o coparticipa”.

Este suceso pareció el empujón que necesitaba la planificación de Milei, fundamentalmente de su asesor estrella Santiago Caputo y del “Jefe” Karina Milei de ponerle un freno al periodismo que sin ser opositor pretende mantener la independencia de decir lo que piensa. Esté o no equivocado.

En el mundo personal del presidente Javier Milei no hay lugar para los libres pensadores y mucho menos si aquello que analizan van en contra -con fundamentos serios- de las propuestas, razones, normas y órdenes que pretenda el titular del Ejecutivo y que conspiren para el logro de sus objetivos, que siguen ocupando la centralidad de su escenario político: Déficits Cero y Superávit Fiscal.

También llama poderosamente la atención hasta que punto ha llegado la prosternación de quienes se dicen seguidores del libertario, considerándose opositores dialoguistas que respaldan la libertad como aspecto central de sus conductas.

El silencio realizado hace mucho más ruido que si hubieran salido a manifestar su contrariedad por una medida que afecta notoriamente la libertad individual de pensar, paradigma democrático, que el presidente Milei no tiene reparos en arrastrar por el piso.

Pueden pensar como quieran. En ese aspecto nadie puede juzgarlos. Pero no se golpeen el pecho manifestándose democráticos y defensores de las libertades individuales cuando apoyan con su silencio el cercenamiento del pensamiento de todos y cada uno de los ciudadanos, muchos de los cuales los votaron.

Dijimos en una anterior entrega: Milei: va por todo. La sociedad se está entregando mansamente.

La gran pregunta: ¿Podrá concretar su objetivo?

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