JUEVES 28 de Marzo de 2024
 
 
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¡El choreo es un oficio!

Esta fue una de las tantas frases que escuchamos por la televisión en un programa donde un conocido humorista, últimamente haciendo gala de experimentado periodista, investigador y opinólogo, sostenía que ‘...ser chorro es tener un oficio...’.

En realidad no podíamos dar crédito a lo que escuchábamos, igual que lo estaban haciendo en muchas partes del país una sociedad que está sacudida por una ola de violencia delincuencial. Por caso, el más dramático, en que se ha convertido la ciudad de Rosario, que preocupa y genera desasosiego hasta el punto de temer salir de los hogares en horas nocturnas o de madrugada.

Que de los medios se sostenga que el robo, el ‘choreo’, que hoy es la antesala de la violencia desmedida, que lleva varias víctimas fatales en los últimos meses, es un ‘oficio’ realmente llama poderosamente la atención, más allá, que este ‘buen señor’ sorprende a la sociedad , que antes lo aplaudía por sus personajes en un terceto que hizo historia ‘Los Midachi’, hoy se regodea diciendo barbaridades como si fueran la verdad revelada y la ciudadanía viviera en un termo.

Sostener y pretender explicar que el delincuente convierte su acción depredadora, en un oficio, es compararlo con el estudiante que procura alcanzar un título universitario para desarrollar una actividad profesional o el que asiste a un establecimiento educativo industrial en busca de hacerse de una preparación que les depare un oficio, con el cual puedan desenvolverse en la sociedad.

Herreros, soldadores, maestro mayor de obras, carpinteros, plomeros, entre una multiplicidad de oficios, que hoy, un pseudo periodista los equipara con los delincuentes que salen a vivir de lo ajeno. En estos momentos portando armas y disparando sin necesidad, solo por el placer de sentirse poderosos, porque pueden salir ‘de caño’ y diezmar una familia o sacándole lo poco que tienen.

Nos sorprendió y en un momento pensamos que habíamos interpretado erróneamente lo que este personaje decía, comentándolo con un interlocutor que, al no contradecir semejante barbaridad, asentía como si fuera una realidad indiscutible.

José Abadi: psiquiatra y psicoanalista eminencia en el mundo de la salud mental, habló sobre el narcisismo y los conflictos que introducen estos fenómenos en el plano: ‘En un narcisista no hay compasión y sería delicado que convivamos con estos personajes’.

El destacado profesional, sostuvo en algunos programas de televisión a los que suele concurrir como invitado especial, para que describa y defina a quienes expresan hechos y situaciones con una enorme liviandad, al punto que -nosotros creemos- confunden a la comunidad en la cual nos movemos.

No hizo nombres, pero argumentó lo que está pasando en la sociedad argentina. Dijo que existía ‘confusión’, ‘incertidumbre’, ‘inestabilidad psíquica y anímica’ y remató con un ‘exceso de narcicismo’.

‘Estaríamos en un narcisismo primario patológico, es un alguien que no reconoce a otro. El que tiene todo no pide ni le falta nada, no desea nada. No pueden ni dar ni recibir porque están en esa autosuficiencia que lo completa. Sin semejante, esa soledad, lo convierte en alguien ajeno a esa humanidad a la que pretende representar’.

Escuchar a Dady Brieva reivindicar como cierta aquella expresión del dirigente social Juan Grabois, cuando dijo que: ‘Si hubiera tenido que juntar cartones, hubiera salido a chorear de caño’ y expresando que: ‘A lo mejor por eso no le tiene tanto respeto como le tenemos nosotros al oficio del chorro’. Y agregó: ‘Hay que tener un oficio, hay que tener know how para eso, no es para cualquiera’.

Sorprende, alarma y provoca enojo que celebremos ciertas expresiones que se nos suponen pícaras, cuando en realidad, habría que preguntarle qué opinan las familias que han perdido a manos de los ‘que tienen ese oficio’ familiares que, en horas de la madrugada o iban o venían de sus lugares de trabajo, o comerciantes que atendían sus emprendimientos cuando fueron ultimados sin piedad, por el solo hecho, de que así se lo indica ‘su oficio’, el de sentirse poderosos.

Realmente nos sentimos mal. Pregonamos a diario y no somos nosotros solos, la mayor parte del país, que debemos arbitrar los medios para acabar definitivamente con la delincuencia y surgen estas ‘afiebradas’ expresiones de determinados sujetos que nos hacen pensar que realmente estamos pasando por un marcado desequilibrio psicológico que debemos atender en forma urgente.

Es evidente que no todos los que soportan la pobreza, los indigentes, son delincuentes. Ninguno de ellos adoptó el ‘oficio’ de chorro, para subsistir.

El cartonero, timbrea pidiendo algo de comer, se las rebusca con bolsas sociales y concurriendo a los comedores barriales, todo con una enorme dignidad, más allá que no puede lograr lo que pretende, que es trabajar.

Sería importante que respetemos la dignidad de los verdaderos trabajadores. Creemos que hay que ponerle coto a los que expresan complacencia con la violencia que señalan, ante una manifestación de la sociedad: “Unas ganas de agarrar un camión y jugar al bowling por la 9 de Julio...’ no lo tomemos como un exabrupto más.

Cerremos hoy con este pensamiento de José Eduardo Abadi: “Si nos planteamos metas que puedan ser alcanzadas, si renunciamos al regodeo y al placer morboso que se puede encontrar en el sufrimiento, y si relegamos las fantasías que nos llevan a callejones sin salida, la felicidad y los objetivos que nos fijamos, son posibles’.
 

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