MARTES 23 de Abril de 2024
 
 
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“Acá no hay futuro”

Esta frase se escucha desde hace un largo tiempo de boca de jóvenes y no tan jóvenes, profesionales o con vistas de serlo. Sienten y ven que su propio terruño no les ofrece oportunidades laborales que les permitan proyectar a más o menos mediano plazo.

La media histórica reflejaba que una vez alcanzada la graduación terciaria y universitaria, egresados y egresadas salían con título en mano a buscar trabajo. El paso del tiempo los fue dejando afuera del sistema. Hoy, los que reciben el diploma salen disparados, pero para los aeropuertos internacionales de éste, nuestro querido país.

El tema preocupa en casi todos los ámbitos, pero quienes se tienen que ocupar, no lo hacen. Y cada vez son más los jóvenes y no tan jóvenes que emigran. Quienes vivieron el desastre 2000/2001 podrán decir que se repite la historia, y en alguna medida es cierto, pero olvidan un detalle: aquella vez era irse con lo puesto; hoy tratan de ahorrar como sea, buscando trabajos temporales, hacer una base y disparar de la propia tierra que no les da oportunidades.

No es exclusiva culpa de este gobierno ni del anterior, es la concatenación de políticas y sucesos que van cerrando las puertas. En los discursos y en los reclamos se escucha “los jóvenes son el futuro del país”. Pero, ¿de qué hablan? ¿Qué futuro? ¿Qué país?

El éxodo nos va llevando a que perdamos calificación laboral, profesional y, en consecuencia, nos convertiremos en un país con una población longeva que, por el solo hecho biológico, en un momento no podrá sostener el país. Cobrará fuerza que somos un país inviable.

Nos debe doler como argentinos que las políticas públicas no están destinadas al desarrollo y crecimiento de los jóvenes, se dictan medidas de ocasión o parches.

Nadie duda ni discute que hay que resolver el grave problema económico-financiero que tiene el país. Que hay que recomponer el poder adquisitivo de los salarios y que la desocupación, aunque las cifras oficiales sostienen que disminuye, es una cuestión preocupante. ¿Alguien puede demostrar cuántos egresados y egresadas del nivel terciario y/o universitario se han incorporado al mercado laboral? ¿Qué porcentaje representan del total de graduados en los últimos años?

La preocupación de un buen sector de la sociedad, de la que los gobernantes son parte, pasa por saber el comportamiento de la cotización del dólar, cuánto interés pagan los plazos fijos, etc.

Seamos honestos y sinceros, no es la mayor parte de los argentinos y argentinas, aunque son los que pueden disponer de un dinero para invertir. Con altas tasas de interés y una presión impositiva casi angustiante, los billetes entran en la timba financiera antes que en el mercado productivo y laboral.

Así la frase “los jóvenes son el futuro del país” pierde contenido, no se ajusta a la verdad y le damos elementos para que las y los jóvenes proyecten a corto plazo una estadía fuera de Argentina.

Los preparamos con esfuerzo, dedicación y recursos en la educación pública pero, cuando cruzan el umbral de la universidad, con el diploma bajo el brazo, se encuentran con una oscura y densa nube que no logran atravesar y la única claridad la encuentran en el aeropuerto que los llevará a algún país del Norte o del Este. Allá buscarán el futuro que sistemáticamente nos negamos a ofrecerles.

Y hay, incluso, algo más preocupante aún que el sistemático éxodo de los jóvenes profesionales. Se comienzan a ir familias con cierta estabilidad económica, porque entienden que el futuro de sus pequeños hijos no está en el país en el que les gustaría verlos crecer y desarrollarse.

“Acá no hay futuro”: La dolorosa frase que retumba en cada rincón del país. Los padres la escuchan de sus hijos; docentes la escuchan de sus alumnos; los jóvenes la repiten en conversaciones entre ellos. Mientras tanto se dictan medidas para detener el dólar blue, incrementar las tasas de interés para estimular la timba financiera y ver cómo se complace a los pocos que, con enorme poder económico, nos manejan a su antojo. Los jóvenes de ese pequeño grupo tienen el futuro asegurado. ¿Y el resto? El resto verá pasar la vida y los que puedan subirán al avión.

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