La ex presidenta y vice Cristina Fernández de Kirchner, fue la única oradora en el acto que se realizo en oportunidad en que se concretara su asunción como presidenta del Partido Justicialista.
En la oportunidad con muchos “faltazos” y la presencia de los incondicionales de siempre, comenzó el operativo rejunte, ante la profunda atomización que han sufrido partidariamente, peronistas, kirchneristas y otras lÍneas que en un momento fueron una fuerza sólida que parecía inconmovible.
El reclamo de la cabeza del kirchnerismo fue insistir en dejar de lado enfrentamientos internos y pensar en un futuro, que les permita, según su propia expresión: “salvar a la Argentina”.
Con su acostumbrada verba procuró señalar los inconvenientes de un gobierno liberal-anarcocapitalista por sus efectos “destructores” sobre la sociedad de un país que -dijo- “Tiene todo para recuperarse, crecer y alcanzar futuro”.
Si como expresó estamos ante los efectos de un gobierno que fracasó en el mundo, hablando del liberalismo en líneas generales y ha demostrado por otras experiencias que está “caduco”, surge la pregunta: ¿Por qué ganaron?
De esta manera pretendió dejar claramente expresada las diferencias que intentó disimular: “Si lo que está, es viejo, está perimido políticamente, cómo puede ser que ellos no pudieron con su modernidad gobernar y recuperar el país”.
La realidad mata cualquier tipo de relato...
Rodeada por los propios, CFK puso en marcha su plan en el PJ. Fue notorio y mereció la reprobación de muchos la ausencia por compromisos de agencia de Axel Kicillof, situación que sigue generando un alto nivel de conflictividad interna.
La dirigente peronista-kirchnerista tomó las “riendas” y el control del partido. No hubo gobernadores presentes ni representantes de la CGT. Todos estos factores marcan una notable incidencia en la concreción del proyecto de unidad partidaria que intenta la nueva titular del partido.
Gran parte de su alocución estuvo destinada a criticar al gobierno del presidente Javier Milei. No escatimó observaciones referidas al uso desmedido de la motosierra; al avance libertario sobre los jubilados, empleados públicos y señaló enfáticamente, que “La apertura del libre mercado” será un sometimiento del país a los más poderosos.
El mensaje de Cristina Fernández fue certero y siguió un orden preciso que viene sosteniendo en sus últimas apariciones. Dijo lo que viene diciendo en otras oportunidades. Los motivos del triunfo de Milei en las últimas elecciones, las falencias que le ve al programa económico y los errores del peronismo en la última gestión.
Es importante procurar despojarse de cualquier influencia ideológica para alcanzar a medir con meridiana exactitud hasta dónde alcanza -hoy- el peso político de la ex presidenta.
Un intento por mostrarse impoluta que, a nuestro criterio, opera contrariamente a los objetivos deseados, en tanto es un personaje político que lleva sobre sus espaldas una condena, hoy en revisión en otros niveles de la Justicia Nacional, más una serie de procesamientos por otras causas por las cuales ha sido denunciada y que deberá afrontar el próximo año.
Verdades incontrastables que no se borran con buena “verba” o un intento por mostrarse perseguida y a la que se intenta proscribir definitivamente. Hecho que surge claramente de uno de los aspectos condenatorios que la limitan para desempeñar cargos públicos en forma permanente.
Si cabe una valoración de aquello que se desprende del acto, se aprecia que fue -por ahora- jugar para las intenciones futuras que puede albergar el presidente Milei y su grupo más cercano.
No dudamos en pensar que el “triángulo de hierro” debe estar satisfecho por este montaje político que intentó el peronismo, dejando claramente demostrada su desunión y decadencia en esta aparición partidaria de Cristina Fernández de Kirchner.
La Argentina hoy -según reflejan diferentes mediciones- tiene -mayoritariamente- una decisión en lo que se refiere a su futuro. Le duelen los ajustes; sufre los efectos de una recesión, de la cual todavía no se ha podido salir. Soporta los efectos del “libre mercado”, con cierres de Pymes, el achicamiento del Estado en todas sus formas que deja desocupación. Resolvió -los que han podido- ajustarse y achicarse buscando durar hasta que el proceso mileiano termine su planificación regulatoria y defina el Estado que pretende.
Todos, y naturalmente hay más para detallar, son aspectos que la sociedad ha puesto en discusión, resolviendo avanzar. Fundamentalmente porque enfrente nadie -hasta ahora- ha logrado ser políticamente atractivo para generar una opción contra Javier Milei.
Insistimos que subestimar a quienes han demostrado que son “animales políticos” y que siempre -aún en la derrota- siguen pensando que pudieron ganar y que van a volver, puede resultar -ya quedó demostrado con Mauricio Macri- un grueso error.
Si Javier Milei y su círculo áulico logran sustraerse del excesivo “triunfalismo”, es posible que eviten tropezar con la misma piedra y solo sea una estrategia para mantener “implosionada” la única fuerza política que aún tiene potentes raíces en la ciudadanía.
Lo visto en la UMET fue una muestra palpable del internismo partidario y marcó las profundas grietas que los desmesurados egos y la tremenda soberbia de sentirse poderosos -aunque no lo sean- los convierte en oponentes frágiles fácilmente derrotables.
Si piden una valoración en números, como un partido de fútbol: Milei 1 - Cristina 0.
Pero el partido recién comienza...
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