VIERNES 29 de Marzo de 2024
 
 
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Otra oportunidad perdida

El intento de magnicidio contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, le otorgó una nueva oportunidad a la política argentina de reconciliarse con la sociedad pero una vez más, lamentablemente, fue desaprovechada.

La política no solo la conforma la dirigencia propiamente dicha, también son parte de ella los medios de comunicación, las organizaciones sociales, las entidades gremiales y por supuesto la militancia.

Había que defender la democracia desde los hechos pero también desde los discursos. Estos últimos parecía que iban a estar a tono con la gravedad de la situación; así se plasmaba en documentos que llegaban a las redacciones de los diferentes medios. Los hechos demostraron que no fue así, que las palabras fueron de ocasión y que la grieta se profundiza aún más.

La empezó el presidente de la Nación responsabilizando directa y abiertamente a la oposición, a un sector de la Justicia y a los medios de comunicación concentrados, como principales actores de haber provocado que un hombre de 35 años hubiera gatillado contra la cara de la vicepresidenta de la Nación. Se pedía calma, sembró tempestad.

La siguieron un sector de medios de comunicación haciendo volar versiones de un falso atentado o que “todo estuvo armado” para desviar la atención sobre la condena que se pide por corrupción en la obra pública contra Cristina Fernández de Kirchner, o manifestando que detrás de esto había autores intelectuales que querían desestabilizar al Gobierno. Después alimentaron la hipótesis que el kirchnerismo quiere un muerto para generar un caos social.

Otros se dedicaron a culpar a dirigentes opositores que no se solidarizaron con la vicepresidenta de la Nación. En lugar de transmitir calma, no hicieron más que alimentar el discurso del odio.

El mismo oficialismo se puso en línea a la confrontación al pretender culpar del discurso del odio solamente a la oposición, como si sus propios dirigentes no hubieran utilizado esa peligrosa arma. La grieta es un problema de todos y todas.

Por un momento quedó la impresión que la grieta se achicaba, que los documentos conjuntos demostraban que la política argentina estaba a la altura de las circunstancias y que la democracia estaba por encima de todo.

Se llamó a expresarse en defensa de la democracia y contra el odio. En las plazas de diferentes puntos del país se consensuaron documentos alusivos y renació la esperanza. Lamentablemente todo fue un espejismo.

En esas plazas solo estuvo una parte de la sociedad, faltó la pata clave del sistema democrático, la política argentina. Oficialistas se presentaron en las concentraciones; lógico porque la víctima humana del ataque forma parte de la conducción del país. Pero la oposición faltó a la cita. ¿Razones? Públicamente no expresaron ninguna, aunque la ausencia en este caso alcanza un significado similar al silencio. Tampoco el Frente o partido del gobierno hizo esfuerzos para lograr lo contrario. Ambos sectores apostaron a sacar rédito político de un hecho gravísimo que puso en riesgo al sistema democrático.

En la Cámara de Diputados de la Nación se aprobó por unanimidad el repudio al intento de magnicidio, pero luego un sector de la oposición se retiró antes que empezaran los discursos. Dejó en claro que la importancia del respaldo a la democracia quedó en segundo plano.

Primaron los antagonismos y las internas. Paralelamente los medios de comunicación concentrados -al menos un sector de ellos y sus reconocidos voceros- aprovecharon otra vez para alimentar el odio y profundizar la grieta.

La política argentina perdió una oportunidad clave para mostrarle a la sociedad y al resto del mundo que otro escenario, donde prime la tolerancia, es posible. Equivocaron el camino y van...
 

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