VIERNES 29 de Marzo de 2024
 
 
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Nunca se fueron, están...

Somos los seres humanos, fundamentalmente los argentinos, proclives a tropezar reiteradas veces con la misma piedra. Es un tema complejo procurar analizarnos, para saber los porqués está visto que no aprendemos de situaciones que nos llevan graves situaciones personales.

Es un tema que hoy nos golpea con inusual fuerza. Volvió a ser objeto de advertencias profesionales, la presencia del Sida y la Sífilis. Dos enfermedades generadas por contacto sexual -preferentemente- y que parecían, si bien no desaparecidas, controladas.

Pero han reaparecido. Los llamados de alerta de distintos sectores de la medicina que se dedica al control de enfermedades contagiosas, han notado en los dos últimos años un progresivo aumento de infectados en todo el país.

Según un estudio realizado recientemente, el mayor grado de contaminados se esta dando en el target que va de los 29 a los 45 años. Aunque revisando otros estudios que analizan este fenomenal crecimiento, hay un nivel que se ubica por debajo de esas edades, que algunos se animan a señalar entre los 15 a los 20 años.

La otra situación que ha podido ser observada, es la virulencia de los infectados, muchos de los cuales han presentado diversos síntomas, pero que han ignorado y se han convertido en ‘transmisores’ de la enfermedad.

Un reciente estudio, que se remonta a los acontecimientos generados por la presencia de estas y otras infecciones sexuales, destacaban que de ninguna manera estaban combatidas, sino que su presencia -muchas veces- era ocultada por vergüenza y eso entrañaba un serio riesgo para para sociedad.

Sífilis, clamidia, gonorrea y tricomoniasis son algunas de las llamadas enfermedades de transmisión sexual (ETS) más recurrentes. En 2016, a diario, un millón de personas contraía al menos una de estas enfermedades, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Incluso la sífilis y el VIH están volviendo con fuerza, y está muy lejos de ser enfermedades derrotadas, por el contrario, y según las estadísticas que se han dado a conocer, las cifras han superado holgadamente las del 2016, inclusive agregando target etarios que antes estaban alejados del posible contagio.

Llama poderosamente la atención que, aún con las campañas que habitualmente se realizan, los posibles candidatos a infectarse hagan caso omiso de los cuidados que deberían adoptarse. 

Podría entenderse, como parte de la ausencia de una formación educativa, aunque -y esto siempre guiándonos por los datos que recogimos de evaluaciones de organizaciones profesionales- las enfermedades de contagio sexual se dan mucho más en sectores medios y altos que en los más bajos.

De alguna manera esto nos hace pensar en la enorme similitud que surge ante el enorme avance de la drogadicción, en sus innumerables facetas y tipos de adicciones, donde sí tiene mucho que ver el poder adquisitivo.

Es una especie de “Sodoma y Gomorra” moderna, afectada a distintos placeres sin medir las consecuencias, ni para ellos, ni para los que los rodean. 

Según un reciente informe de testeos realizados, arrojó resultados alarmantes, y eso ha movido a las autoridades sanitarias a recomendar la visita a los profesionales adecuados para detectar en tiempo y forma una infección que de dejarla en progreso, puede ocasionar gravísimas lesiones y en muchos casos afectar a sus ámbitos familiares, por la ausencia de los cuidados necesarios.

Es obligado recordar que estas enfermedades, como tantas otras de carácter infeccioso, no desaparecen, sino que pausan sus apariciones, es como si entraran en un estado de latencia, eso, sumado a la ausencia de los cuidados aconsejados, provoca este estado que hoy tenemos presente y que realmente preocupa.

El aviso está dado. Ahora los que debemos cuidarnos somos nosotros y de esa manera protegemos a quienes nos rodean. Eso se llama aprender a pensar en el otro: simplemente convivencia sana.
 

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