LUNES 09 de Septiembre de 2024
 
 
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La historia se repite...

En varias oportunidades hemos recordado el episodio que selló el final del gobierno de Fernando de la Rúa, cuando su vicepresidente, y por momentos su más enconado adversario político, le renunció dejando a la deriva su responsabilidad frente al Congreso Nacional.

Fue la acción que desencadenó el alejamiento del dirigente radical, un político formado pero de una enorme fragilidad emocional, que lentamente fue horadando en su forma de ser y convirtió sus actitudes en caricaturescas apariciones que le preparaban quienes tenían que haberle dado el respaldo y la protección que requería su investidura.

Algo bastante parecido está ocurriendo en la actualidad entre el presidente Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel. 

Desplantes, actitudes impropias de quienes tienen responsabilidades asumidas el pasado 10 de diciembre de 2023 y que hoy están bastardeando en aras de ganar más poder. 

Algunas diferencias se observan, sobre todo en las actitudes de Victoria Villarruel, que ostenta una formación profesional y una estructura mental que -hasta ahora- la ha mostrado como un oponente de fuste para las pretensiones de que alienta el “círculo rojo” que compone el trípode del poder libertario.

El inoportuno incremento de las dietas de los senadores, posteriormente tras una agitada controversia, revertida y quedando en suspenso, reflotó las asperezas y groserías que ya se han convertido en una forma diferente de gobernar.

Las declaraciones del legislador de La Libertad Avanza, el entrerriano Francisco Paoltroni, se mostró con una ligereza política que llamó poderosamente la atención, centró críticas en las figuras del presidente Javier Milei y algunos de sus colaboradores.

Sus palabras, si tuvieran -no lo sabemos- apoyo interno en el bloque de senadores oficialistas, marcarían un posicionamiento que habla de fractura interna, aspecto que debilitaría -aún más- a los representantes del gobierno.

En respuesta, apareció la grosería, inadecuada, inapropiada, del asesor estrella, Santiago Caputo, manifestando barbaridades que debería hacerle “el gordo Paoltroni”, entendiendo que la figura del verborrágico senador no tiene peso alguno en el sector libertario.

La agresividad llegó a niveles de la vicepresidenta, quien, volviendo a demostrar que mantiene un perfecto equilibrio emocional y psicológico, respondió, mostrando altura y contundencia, al exponer aspectos que reglamentariamente la ponen a cubierto de las críticas agresivas y amenazas que partieron desde Javier Milei hacia el resto de sus colaboradores.

Un nuevo escenario violento donde nadie se priva de decir y hacer nada. Que más allá de los motivos que son generadores, muestra el sesgo enfermizo de que nadie procura alcanzar acuerdos o negociar posicionamientos, sino que se cruzan acusaciones de distintos calibre, cuando algo no está en línea con aquello que piensa el presidente Milei.

El senador libertario Francisco Paoltroni se le plantó a Santiago Caputo, luego de que el asesor presidencial lo amenazara públicamente con terminar con su carrera política por oponerse al pliego de Ariel Lijo para la Corte. Una historia actual, del ejercicio del poder.

Es allí donde surgieron las “valentonadas” del asesor presidencial, que haciendo uso del poder de las malas palabras, si es que las hay; porque según decía el querido y recordado humorista gráfico Roberto Alfredo Fontanarrosa, son “malas palabras de acuerdo a como se usen”.

Recordar aquella charla del popular rosarino donde definió malas palabras y vulgaridad, quedó claramente especificado que quien las utiliza y con qué fines es la tipificación que tiene, fundamentalmente, diferentes interpretaciones según quién las evalúe.

Ninguna duda cabe que las expresiones groseras y agresivas de Santiago Caputo muestran claramente que el poder excesivo, tal como lo ejerce el discípulo del ecuatoriano Jaime Durán Barba, habla de un desarreglo psicológico que debería ser analizado para evitar otras consecuencias.

En este ambiente de extrema beligerancia que se plantea desde el presidente hacia abajo, se muestra un resquebrajamiento del sector libertario que, buscando posicionarse en el poder, apela a los mecanismos de la ofensa, la denostación constante y a la ofensa personal como herramienta para voltear al enemigo.

También vimos televisivamente al legislador de la ciudad, Ramiro Marra, intentando explicar sucesos con una muy particular forma de interpretarlos. Naturalmente no compartimos ninguna de sus reflexiones porque están desvirtuadas por un exagerado ideologismo, pero le dan pantalla y espacios para que hable.

Las contiendas siguen, aunque hay derecho a pensar que mucho está preparado para postergar sucesos importantes que son, en realidad, lo que importa a la mayoría de los argentinos.

Una nube de humo que procura pase desapercibida la rivalidad interna que se ha producido en la fórmula que integra el Poder Ejecutivo.

El poder envilece si no se administra y este es el caso que hoy vemos los argentinos. Sería importante un baño de humildad y respeto para normalizar el país.
 

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