En esta Argentina tan volátil, donde las cosas cambian en forma constante, hoy, tener la responsabilidad de gobernar es asumir riesgos, unos más importantes que otros, porque en realidad resulta harto difícil conformar a todos.
Se pueden delinear políticas generalizadoras pero, más allá de los resultados, juegan otros factores que inciden notoriamente en los sectores de la comunidad que se pueden ver afectados.
Se pueden percibir los beneficios que determinadas decisiones gubernamentales provocan cuando son aplicadas, pero siempre habrá sectores que por diferentes razones, muchas de ellas intereses de carácter político, le encuentren fallas.
El suceso no debería sorprendernos. Es humano que así sea. Sería todo demasiado fácil si no hubiera quién pensara diferente. Lo importante resultaría en que esas opiniones estuvieran alejadas de cuestiones personales y se pudieran contemplar todos los estadíos y no solo los que competen en forma personal o institucionalmente de acuerdo a los cargos que se desempeñen en representaciones gremiales, empresarias, productoras y del trabajo.
Se podría decir que resulta un “trabajo insano” pretender asumir responsabilidades para intentar -no siempre sale bien- realizar tareas que resulten beneficiosas para los ámbitos en los cuales se desempeña.
Siempre existen y existirán los disconformes. Como decían los “abuelos”, aquellos que encuentran “el pelo en la leche”, más allá que todo aquello que has emprendido tenga buenos resultados y procure encaminarse a una normalización que beneficie a todos.
Este es un tema vigente en la política y conforma parte del juego de los intereses personales. Que algo o alguien pueda no gustarnos, no es justificativo para señalar que todo está mal.
Que halla cosas que se pueden corregir y hacer mejor, ninguna duda; lo importante sería que dejemos de vernos el “ombligo” y entendamos que estamos en una sociedad que resulta la integración social de diferentes sectores, donde unos pueden estar mejor que otros, pero que coincidentemente todos quieren vivir mejor.
Nadie pretende una sociedad perfecta, solo condescendiente y respetuosa en la que sea placentero convivir y no ver al otro como el enemigo porque piensa diferente o porque tiene un mejor pasar económico fruto de su trabajo. Sería un ideal, pero por ahora inalcanzable.
Se puede disentir, generar otras alternativas, pero no pretender imponer conductas o acciones cuando quienes tienen la responsabilidad hacia quienes lo eligieron para gobernar, deben tomar medidas tendientes a defender los derechos de los que tienen problemas.
No es trascendente ni aportaría dar nombres, hechos o sucesos porque caeríamos en el mismo error que hoy percibimos existe en una gran parte de la sociedad. Como dice el refrán popular: “Ver la paja en el ojo ajeno y no podemos sacarnos el tronco que nos impide ver el bosque”.
Se hace necesario, podríamos decir que es un imperativo de esta sociedad comenzar a mirarnos diferente y a comprender que tenemos que admitir que el otro piense y obre diferente y si se equivoca no pretender ser los jueces de sus equivocaciones, sino acercarle una manera factible de corregirlos.
Que no estamos bien, es un hecho irrefutable, escuchemos cualquier tipo de relato que nos hagan escuchar. Que mejoraremos no ofrece el escenario del país posibilidades concretas de ir corrigiendo de abajo hacia arriba a un tejido social fracturado con dolencias severas una de las cuales es la hambruna que hoy padecen muchos sectores de la sociedad marginados y sin posibilidades de recuperarse.
Buscar culpables no es la solución. Es el mecanismo que utilizan determinados sectores para mostrar el marcado oficialismo que profesan, pero no acercan las formas para ir recuperar los problemas que hoy se padecen en Argentina y que nada indica se morigeren sino se agraven con el correr de los próximos meses, dado que agravamiento de los niveles productivos, empresarios y PyMEs que ven reducidas sus posibilidades por la aplicación del sistema de Desregulación y Transformación del Estado.
En razón de ello insistimos: no hay métodos especiales ni existen los mesías que tengan el poder de bajar “Las fuerzas del cielo” para encontrar los métodos que puedan conformar a todos.
Encontrar los paradigmas de la nueva Argentina es una responsabilidad de todos. Asumir ese compromiso es encontrar el camino que nos permitirá alcanzar crecimiento y futuro.
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