Es un signo claro, evidente, que en el marco del oficialismo, dentro del sector del radicalismo y en el confuso “guiso” que quedó de lo que era Juntos por el Cambio, subyace una profunda crisis de identidad que se está autodestruyendo.
Las mezclas, que no se sabe si obedecen a una profunda desvirtuación del sentido ideológico -si es que lo tienen- están construyendo un escenario incierto, donde pocos saben adónde quieren llegar, a excepción del “trío” que los maneja, que les conoce las debilidades y en ellas hace centro cuando requiere de sus voluntades.
Lo sucedido en el ámbito de la Cámara de Diputados, dejó claramente expuesto que estos grupos de improvisados nuevos políticos no están en condiciones de oponerse a los deseos del “mandamás”, que con la ayuda de las “Fuerzas del Cielo” vino a transformar la Argentina en una enorme villa miseria, con la complacencia de quienes están lejos de mirar el futuro y solo ven en el presente una supuesta cuota de poder, que en realidad no tienen.
En entrega anterior hicimos mención a la intención de alejamiento del actual Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, sin lugar a error, el funcionario más dotado políticamente para ejercer el manejo de los lineamientos que en ese sentido realice el gobierno.
El reciente quebranto de salud que determinó su internación, marcó el camino de salida. Tal es así que su posible reemplazante, Patricia Bullrich, ya está procurando acordar con el presidente Javier Milei que su lugar, Ministerio de Seguridad, sea ocupado por el legislador Cristian Ritondo.
Una estrategia elaborada, que, más temprano que tarde, se materializará dado que el manejo político personal no está dentro de los planes del libertario Milei, sino que los derivará hacia la pareja Karina Milei-Patricia Bullrich y desde ese escalón procurará el armado de La LIbertad Avanza como partido nacional.
Este estado crítico de LLA tiende a resultar una afección grave que los puede llegar a colocar en excesiva desventaja con quienes sí se caracterizan como los opositores, aunque -por ahora- adolecen de una cabeza conductora con enclave en parte de la ciudadanía que, todavía, se siente ideológicamente identificada con el peronismo.
Este trance dificultoso -por el que atraviesan los partidos tradicionales- desde hace varios años viene carcomiendo al centenario partido de los “boina blanca”, que se acostumbraron a ser segundos, siempre en calidad de oposición. Cuando fueron gobierno fracasaron y hoy se desvanecen ante la falta de liderazgos.
Resulta bochornoso lo sucedido en la sesión del tratamiento del veto presidencial de parte de un sector del radicalismo que votó contrariamente a lo que hizo hace unas semanas atrás. Una clara muestra de ausencia de convicción política y la demostración que solo los alienta el poder figurativo.
Es evidente que en el marco de estas desconcertantes actitudes existen los que se denominan en la jerga popular “los monjes negros”, que operan en las sombras en procura de obtener espacios de poder, en donde colocan a sus subalternos y desde esas posiciones ganan mando y ejercen un “cogobierno” que no se ve, pero se siente.
Es indudable que la figura del ex presidente y fundador del PRO, Mauricio Macri, es la de uno de esos jugadores a los cuales no se los puede subestimar. Similar actitud hay que tener con las dos veces presidenta y una vez vice de los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner.
Las cosas suceden porque alguien con mucha cintura política y buena formación en el terreno de elucubrar en las sombras, las opera. No resultan una casualidad sino que son una “causalidad” que hay que tener en cuenta.
En el sector del peronismo no hay nombres -por ahora- con poder electoral, pero es indudable que están procurando alcanzar ese objetivo, basado en el atractivo de las nuevas generaciones.
Piensan distinto, operan más francamente y aún no están contaminados por la política prebendaria y beneficiosa que les brinda poder y preeminencia ciudadana. Son jóvenes que se han formado profesionalmente y hoy constituyen la reserva de la Argentina para alcanzar el crecimiento y futuro que se merece la sociedad.
No constituye una utopía, sino que es lo que surge, tal como ocurrió con una figura de la farándula, con formación académica en economía, que de la nada pudo contra todos los aparatos de la vieja política y hoy es el presidente del país, ostentando como fuerza nada más que el desarrollo de su “antipolítica”. Difícil de entender, pero claramente es lo que está sucediendo.
Las crisis son parte de esta transformación. En el camino van quedando los restos de un accionar político que gran parte de la ciudadanía no quiere volver a repetir. Sirven para mostrar lo que no es útil y deja sobre el platillo de la balanza aquello que puede mover el fiel y marcar un rumbo diferente, potenciando lo social, reforzando y transformando lo laboral en la búsqueda de consolidarse nuevamente como la gran Nación que todos anhelan.
Esas palabras que parecieran ser escasas para explicar todo, es la que deberíamos comenzar a robustecer y darle entidad: HAY QUE VERLA.
Por ahora no tiene nombre propio, está dentro de esa crisis de identidad que provocó un hombre que provino de la farándula: Javier Milei. Pero hay otros y serán los que conformarán la verdadera y creíble oposición.
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