JUEVES 25 de Abril de 2024
 
 
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Hasta cuándo justificaremos la violencia 

No es la primera vez y casi con seguridad, no será la última, que hacemos referencia explícita a la generación de violencia que se percibe en nuestra sociedad.

Naturalmente que no es toda la ciudadanía, pero se esta mostrando con una notable crudeza que la vida humana cada día tiene menos valor. Y lo grave de esta circunstancia es que no solo nos acostumbramos sino que aparecen quienes procuran encontrarle justificantes.

Que esta actitud de defensa, o de hallarle motivos que pretendan morigerar un acto violento, la tengan los profesionales formados para desempeñarse en los estrados judiciales, bueno, es parte de su trabajo, más allá de que se pueda o no coincidir con sus argumentaciones. Pero que lo haga el ciudadano de a pie, es gravitante para que quienes no se animaban, ahora saquen a relucir lo más deleznable del ser humano.

Destacábamos los actos de violencia juvenil, que convertían, poco menos que en campos de batalla, las calles aledañas a los centros de diversión o encuentros para disfrutar el trago con amigos/as.

Se había convertido en una situación cotidiana. Era todos los fines de semana y tenían en ‘jaque’ a las fuerzas del orden, además se había convertido en tema de análisis de grupos interdisciplinarios y organismos oficiales que veían que el aumento de casos y las normas existentes no alcanzaban.

Los femicidios se convirtieron en un suceso que valía para el comentario. Lo ponían de relieve las marchas y los pedidos de los sectores afectados que pedían no solo, justicia, para penar a quienes destruían vidas jóvenes, por el solo hecho de no comprenderse o dar por terminada una relación tóxica.

El reciente atentado sufrido por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, gravitante en la vida institucional del país, puso de relieve que estamos envueltos en un signo violento. Aquello que no compartimos o nos disgusta es un motivo que pretende justificar la acción de criminalidad.

Hoy -más allá del pensamiento o la ideología que puede separar al opinante de la víctima- siguen apareciendo quienes arrogándose el papel de la Justicia realizan valoraciones, que lo único que arrojan son dudas que ponen en tela de juicio lo que debería ser terreno exclusivo del Poder Judicial, mucho más cuando se encuentra en plena etapa procesal para determinar responsabilidades.

Pero esta situación, con la cual no coincidimos, nos ubica en un plano de estar negados a establecer una sana convivencia. Pensar diferente no es malo, es solamente eso: no coincidir. Pero procurar justificar nuestra posición buscando razones que, aún la Justicia, investiga, es un mecanismo que pretende fundamentar, que estamos ignorando que la violencia es parte de un desarreglo psicológico, al que debemos prestarle mucha atención.

Hoy las páginas policiales ocupan un lugar de preponderancia en los medios, de cualquier naturaleza. Niños y niñas que desaparecen y luego son hallados, víctimas de depravados. Mujeres que son objeto de violencia familiar, que muchas veces terminan en femicidios. La actitud de un hijo que no titubea en eliminar a sus padres, por una cuestión de dinero.

Ciudades sometidas a los vaivenes del narcotráfico y que encabezan los indicadores de víctimas diarias, por las peleas por los territorios, situación que ha convertido a Rosario en una ciudad acosada y temerosa de no ser un nuevo blanco de las bandas que pelean por el poder.

La situación planteada en el sur del país, precisamente San Carlos de Bariloche, donde se materializa el acoso de bandas de encapuchados, que portando la defensa, de lo que entienden son sus tierras, hablamos de un sector beligerante de los mapuches, han provocado incendios y generan una posible reacción que bien no puede terminar.

En síntesis, violencia y más violencia. Nada justifica que pretendamos ignorarla y mucho menos encontrarle justificante o dudar que existe. Creo que es el momento en el cual el país debe tomar conciencia que la tarea es de todos, para ponerle freno.

Debemos volver a revalorizar la convivencia como la mejor forma de vida y fundamentalmente la que debemos transmitir a nuestros hijos. 

Vale la pena comenzar a pensarlo.
 

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