Esta educación tuvo continuidad en la etapa educacional y se termina de configurar cuando arribamos a la edad de jóvenes adultos. Aunque la realidad es que nunca dejamos de aprender. Especialmente si tenemos en cuenta que vivimos en sociedad multifacética.

Es evidente que en la Argentina de hoy algo se ha roto. Presumimos que los grupos interdisciplinarios, entre los cuales se encuentran los que analizan el comportamiento humano, podrán tener alguna respuesta que a nosotros hoy nos falta.

Hubo una etapa de crecimiento en la que procuraban -en líneas generales- hacernos comprender, que debíamos respetar a los mayores. Que no siempre tenemos la razón y fundamentalmente que debemos aceptar que se piense diferente.

Esta última concepción educativa, lleva implícito el hecho de entender que no por opinar u accionar diferente, siempre sobre temas inherentes a la convivencia ciudadana, diferencialmente, se erigen en los “enemigos”. No confrontan, solo no coinciden y tal vez dialogando se pueden llegar a tener una sincronización que ponga punto final a disidencia que se pueda haber planteado.

En los últimos años estos aspectos que nos acompañaron en la etapa del crecimiento se fueron degradando. A este factor disociante contribuyó -fundamentalmente- la política y muchos de quienes llegando a niveles de poder, convirtieron, a los que no pensaban como ellos, prácticamente como marginados enemigos, a los que había que combatir.

Esto -lamentosamente- se fue envileciendo, al extremo de elaborarse la ‘famosa grieta‘, donde a cada lado se fueron ubicando los que pensaban diferente.

Lo que hemos venido viviendo y aún lo estamos pasando, es un estado de situación corrompido por un escenario político, en donde para llegar al poder apelamos a cualquier recurso. El “todo vale” parece ser la premisa. Y lo más grave es que tenemos “especialistas” en explicar lo inexplicable.

Una vicepresidenta que confunde una de las columnas de sustentación de la democracia, como el Poder Judicial, en un “pelotón de fusilamiento”. O uno de sus adláteres, que dice que la Corte Suprema “juega al truco con los argentinos”, no contribuyen en nada a la paz social y solo echan nafta sobre “La Hoguera de las vanidades”.

No bastaban estos episodios -a nuestro criterio infamantes-. Fuimos espectadores del ‘tristísimo espectáculo que nos brindaron los legisladores que nacionales, pertenecientes a la Cámara de Diputados, quienes están allí representando a la sociedad argentina.

Insultos; improperios de grueso calibre; acusaciones; gestos soeces, algunos de los cuales han determinado que se este elaborando un pedido de separación de un legislador por considerar ‘misoginia’ el gesto que recogieron las pantallas de televisión que siguieron las alternativas del escándalo, hacia la figura de la presidenta de la Cámara de Diputados Cecilia Moreau.

Sin lugar a dudas no estamos transitando el mejor momento -en materia política- Todo estaría indicando lo contrario. Defender posicionamientos es un derecho inalienable de todos los que llegaron a esos cargos de poder a través del voto ciudadano.

Pero sin lugar a dudas que no venían acompañados de una “carta en blanco” para que las rellenaran con sus propias limitaciones y que reemplazaran la defensa de los derechos del votante que los eligió con actitudes que solo muestran la profunda caída que estamos teniendo en lo que concierne a la política nacional. 

Nada de esto que transitamos ayuda. Ningún planteo que muestre qué tienen pensado para el futuro. Cuáles son sus planes. Cómo formularán nuevas y renovadas propuestas que nos saquen del ahogo económico y tiendan a solucionar el grave problema social, que se agudiza día a día.

Ninguna duda que cuando lleguemos frente a la urna tendremos un grave problema si el voto que vayamos a emitir pretende ser un camino para la búsqueda de soluciones.