Es muy frecuente que los varones casados juzguen a sus suegras, pero también les cabe a ellas juzgar a sus yernos.
Algunas tuvieron buena suerte y otras viven lamentando la decisión de sus hijas y tal vez añorando el tiempo en el que “los viejos” decidían sobre las alianzas matrimoniales de sus descendientes en orden a una cultura y a una conveniencia.
Entre las suegras argentinas es probable que haya sido doña Eloísa María de las Mercedes Díaz, la más afortunada. Esta mujer, originaria de Córdoba, se dio el lujo de tener dos yernos presidentes de la república. Uno se llamó Julio Argentino Roca y el otro Miguel Juarez Célman.
Sucedió que una de sus hijas llamada Clara Dolores del Corazón de Jesús Funes Díaz se casó con el tucumano Roca, quién por más tiempo ejerciera la jefatura del estado constitucional de la Argentina al completar dos períodos de seis años cada uno.
Mientras otra de sus hijas de nombre Elisa Funes, se unió en matrimonio con el cordobés Juarez Celman, el primer presidente en renunciar ya que no alcanzó a los cuatro años de ejercicio por culpa de la revolución del parque.
Lo cierto es que “el zorro” Roca y “el docto” Juarez Celman, uno general y el otro abogado, tuvieron o compartieron la misma suegra al ser entrambos concuñados. No lo sabemos, pero qué interesante hubiera sido establecer el tenor de los diálogos que mientras preparaban el asadito doméstico, pudieron haber mantenido acerca de su misma madre política, más allá de los temas escabrosos de la política.
Y por su parte ya en tren de especulaciones, podríamos suponer el orgullo de la viejecita cordobesa por el hecho de haber tenido dos yernos presidentes, aunque por la misma razón pudo haberse ganado el doble de puteadas.
Cómo siempre me impongo un remate a los temas tratados les voy a transmitir dos impresiones que nada tienen que ver con la mencionada dama cordobesa: Era una suegra tan mala que cuando murió en la tumba le pusieron “Aquí descansa ella mientras en casa descansamos todos nosotros...”. Y “Ayer dos tipos golpearon a mi suegra. No quise intervenir porque hubiera sido un abuso pegarle entre tres...”.
Por Hugo Ferrari - Especial para LA REFORMA
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